Las crónicas han registrado que, sin perder elección popular alguna, en marzo de 2013, el senador Mariano Ruiz-Esquide Jara anunció el probable fin de su carrera parlamentaria.
La verdad es que el Senador por la Región del Bío Bío sí perdió una elección vinculada con la expresión ciudadana. Ello ocurrió cuando la Democracia Cristiana eligió a los postulantes a la Cámara Alta que la representarían en el retorno a la democracia, en 1989.
Ruiz-Esquide había sido la cabeza visible de las fuerzas que se oponían a la dictadura en el Gran Concepción. Desde su puesto de Presidente del Colegio Médico y de la Asamblea de la Civilidad -una agrupación destinada a hacerle cachañas a las prohibiciones que enfrentaban los partidos -, el DC fue un tremendo articulador de las fuerzas sociales y políticas, además de polemista y orador de fuste. Desde ya, contó con el apoyo de su gremio, que junto al Sindicato Petrox abrieron los principales espacios para que se reunieran aquellos que estaban en favor de la defensa de los derechos humanos y de las expresiones públicas.
Contaba Ruiz-Esquide, al menos de la boca para afuera, con el reconocimiento de todos los sectores de la intercomuna Concepción-Talcahuano para ser aspirante al Senado y cualquier vaticinio indicaba que tenía asegurada una primera mayoría sin discusión. Lo que no contaba era con el Factor Frei. En efecto, Arturo Frei Bolívar, quien había sido el diputado más votado por Concepción en los 70, se reincorporó a la acción política en la zona y pronto recuperó su peso específico electoral.
Sin perjuicio de ello, y sin desmerecer la importancia de Frei Bolívar en la política local, lo cierto es que Ruiz-Esquide recibía a diario las simpatías de los vecinos del campanil. La DC resolvía a sus representantes por la vía indirecta. El médico era la cabeza del grupo que lideraba la DC penquista -con próceres como Guillermo Aste, Sergio Micco padre, René Fuentealba y Bernardo Espinosa, entre otros- y tras una conversación cara a cara con cada dirigente con derecho a sufragio, como se estila en ese partido, todo indicaba que ganaba la elección interna por dos votos.
¿Qué sucedió? Ruiz-Esquide perdió… ¡por dos votos!
¿Cómo podría haber ocurrido ello, si los votos estaban comprometidos? Mariano hizo las averiguaciones y obtuvo las respuestas -similares- de los dos camaradas que "se dieron vuelta", lo que hoy sería casi imposible: "Como DC, no puedo votar contra un Frei". A la luz de lo ocurrido posteriormente, cuando Arturo hipotecó el enorme respaldo que obtuvo en la senatorial, para lanzarse en una aventura presidencial absurda, alentado por los mismos que había combatido; o cuando Carmen cayó derrotada en Antofagasta sorpresivamente y sin apelación frente al radical José Antonio Gómez; o cuando el propio hijo de Frei Montalva intentó reincidir en la Moneda, ello no tendría explicación. Sin embargo, en esos años, el apellido Frei era de una contundencia vaticana. Cuando el Vaticano nos pauteaba a moros y cristianos lo que teníamos que hacer, claro.
Herido por el desaire de la dirigencia democratacristiana del Gran Concepción, tras haber sido el escudo en las protestas contra los uniformados y los civiles que los acompañaban, Ruiz-Esquide comenzó a buscar una segunda oportunidad, ahora por la Región Bío Bío interior. Sin embargo, ello debía ser ratificado por la dirigencia nacional, que tenía la circunscripción en negociación. Y vaya a saber por qué razón, lo que parecía un mero trámite pasó a ser luego una especie de sepultación en vida del líder social.
Fue una tensa y larga espera. Diversos dirigentes nacionales visitaban Concepción, pero nunca traían la buena nueva, solo calmantes. Patricio Aylwin, posesionado ya como la figura que encabezaría el resplandor democrático -después de ganarle el quién vive a Gabriel Valdés-, llegó a la capital regional encabezando una numerosa delegación de líderes nacionales. Hizo la conferencia de prensa de rigor y habló con la dirigencia penquista. Ruiz-Esquide esperó pacientemente que toda la liturgia se cumpliera, y se acercó a preguntarle a su superior político qué onda. El invierno golpeaba ya fuerte a la región. Todo el mundo se veía muy abrigado y, por cierto, inaugurando pinta, porque era claro que la entrevista era con los mismísimos próximos habitantes de La Moneda y había que mostrar deseos y prestancia para sacrificarse en algún cargo público y descrestarse en beneficio de la comunidad. Solo Mariano desentonaba con el glamur de entonces. A su abrigo gris le faltaba uno de esos típicos grandes botones, dejando el ojal huérfano y una apertura demasiado grande a la altura del abdomen, como si hubiera sido hecha bajo la Ley de Murphy, por donde aparecía un gran mechón de hilos que ratificaba su aspecto de precariedad y de personaje totalmente venido a menos, que no tenía nada que ver con quien siempre se había visto impecable -y buen mozo según el público femenino-, aún cuando ponía el pecho ante los chorros del Guanaco que lo empapaban en su lucha por las libertades. Aylwin, con su característica sonrisa, lo tomó de los hombros y lo conminó a esperar ¿o a rezar? Trataría de ayudarlo…, en la medida de lo posible.
Agonizaba el propósito de Ruiz-Esquide de volver al Parlamento, cuando por fin le comunicaron que obtenía el pase de la dirigencia nacional. La campaña ya estaba en marcha hacía rato. Una de sus primeras actividades fue participar en la proclamación de Aylwin y de candidatos al Congreso en Los Ángeles. Edgardo Condeza, otro médico emblema de la recuperación democrática penquista llevaba ventaja y no estaba dispuesto a perderla. Entonces, si antes habían luchado codo a codo, esta vez estuvieron literalmente a las patadas en el escenario. ¿Por qué? El locutor que los presentó -claramente identificado con el doctor socialista- se lanzó con un currículo que comparado con el del democratacristiano parecía el de una eminencia y su alumno.
Claro, había pasado un par de décadas de sus tiempos electorales y había olvidado que la política es una lucha sin cuartel y, al mismo tiempo, no se había dado cuenta de que lo perverso del binominal indica que tu contendor no es el de las ideas opuestas, sino que tu propio compañero de lista. Pero, aprendió la lección y de recorrer las calles en un pequeño auto conducido por su hijo sin saber qué hacer con los miles de volantes de propaganda que le pasaron en unas cajas, cuando le ratificaron la candidatura a última hora, pasó a ser un extremadamente duro negociador político, al punto que no faltan quienes han señalado que si hay alguien "cabrón" para estas lides, ese -paradojalmente- es el doctor de aspecto bonachón y conversación coloquial amena, aunque la mayoría lo aprecia como un confiable mediador.
En ese 89, la DC, tal vez arrepentida de la humillación proporcionada al líder de la civilidad local, arremetió con toda la artillería de sus entonces prestigiados dirigentes, quienes en las últimas semanas se sumaron a su campaña en un despliegue conmovedor nunca visto. Y el triunfo llegó de manera espectacular, aunque -no podía ser de otra manera- no con menos dramatismo. Porque entrada la noche, no faltaron los medios que proclamaron el triunfo de Condeza. Hasta que de madrugada se supo que Ruiz-Esquide había obtenido primera mayoría, con 111 mil 432 votos, un 31% de los sufragios. Segundo salió su compañero de lista, Edgardo Condeza, con 101 mil 587 votos, y un 28,37 por ciento. Sin embargo, bendito nominal, resultó elegido quien llegó en tercer lugar, Marío Ríos Santander, de RN, con 73 mil 858 votos, por cuanto con el ex Ministro de Pinochet Guillermo Arthur, con 71 mil 251 votos y el 19,90 por ciento, no fueron doblados.
Ocho años después, Mariano obtendría menos votos, pero un porcentaje mayor que en 1989: 109 mil 368, con el 35,78%. Lo acompañó al Senado otra vez Mario Ríos. Y en 2005 otra vez primera mayoría con 139 mil 657, un 39, 31%. Esta vez lo acompañó Víctor Pérez, hasta entonces diputado UDI, quien desbancó a Mario Ríos.
Para 2013, Mariano había inscrito su candidatura "por si las moscas". Pero, siguiendo el ejemplo de otros emblemáticos de la política, como el ex Presidente Frei y el UDI Jovino Novoa, anunció que su vida parlamentaria llegaba a su fin, salvo que su partido decidiera lo contrario. Algo que difícilmente ocurra, en un tiempo en que la disputa por los cupos se da con todo. Desde ya, se ha indicado que la posibilidad está prácticamente zanjada para su colega en la Cámara Alta Hosaín Sabag -quien huye de la otra circunscripción-, pese a otros notables de la DC que estarían interesados, entre ellos Gutenberg Martínez. Él ha dicho, sin dar nombres, que no va a permitir que cualquiera se quede con su asiento en el hemiciclo, pero no hay dudas de que nunca se dio tiempo para preparar a un delfín que lo reemplazara.
Realista, sabe que a sus casi 83 años es poco lo que le queda en este mundo. Quiere viajar por Chile y España y recuperar el tiempo perdido con sus hijos -dos de los cuales, María Soledad y Mariano, en todo caso, lo han acompañado en el trabajo parlamentario, lo que es una de las cosas que se le critica a él y a otros de sus colegas por puristas que consideran que ese es un rasgo de nepotismo-, por su excesiva entrega a la política, lo que incluso hizo que un tiempo estuviera separado de su mujer, Inés, quien hace un par de años falleció en sus brazos, lo que ha relatado con inmensa ternura. Pero, no es que cierre las cortinas de la política para siempre, porque también espera dedicarse a la formación de jóvenes.
Ahora, que tiene para relatar experiencias, no hay dudas. Partiendo por el hecho de que es uno de los 13 DC que se atrevieron a rechazar el Golpe de Estado dos días después de que se produjo. Es decir, cuando la represión cruenta arreciaba y cuando con algo de ingenuidad ellos mismos pensaban tener éxito exhortando a la Junta a que cumpliera su promesa de devolver pronto el poder a la gente. Tendrán que aprovecharlo, entonces, los jóvenes que quieran saber cómo fue enfrentar las grandes presiones de las tabacaleras, ya que fue uno de los más tenaces impulsores de las prohibiciones de fumar en público; o por qué siendo tan peleador se planteó terminar con el boxeo como deporte; o qué pasó con su grupo "Los Chascones", que nunca logró liderar su partido, si se consideraba la verdadera intelectualidad dura del mismo; y, lógico, saber cómo vivió en la intimidad aquellos duros momentos cuando lo estaban marginando anticipada e ingratamente de la política, como si fuera un botón de un abrigo mal cosido.
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Por Jorge Carrasco Jara