martes, abril 17, 2012
¡EL LITIO NO!
La Tribuna de Los Ángeles 17 Abril 2012 Opinión
Nos ha tocado vivir los últimos 50 años de la política chilena, en que hemos sido testigos de momentos épicos de nuestro país. En conjunto con otras fuerzas políticas, nos ha correspondido vivir la chilenización del cobre y la nacionalización del cobre, en instancias en que Chile se movilizaba en conjunto con otros países de América Latina en una actitud de liberación de nuestras riquezas naturales, frente a la explotación extranjera.
Fueron momentos brillantes porque el país entero entendió, en las palabras de fogosos parlamentarios, que no era sólo un problema económico, sino también una actitud de defensa de nuestro patrimonio nacional que se liberaba de la influencia política en la explotación cuprífera. Tan preciada fue esa época que la Nacionalización del Cobre la respaldaron todos los parlamentarios y todos los partidos políticos.
Hemos sido testigos también de la reprivatización por la dictadura y sobre la cual, frente a necesidades de mayor urgencia, como el tratamiento de los derechos humanos, una política nacionalista del cobre nos ha sido esquiva. Hemos aceptado lo que jamás pensamos que aceptaríamos: las negociaciones con las empresas cupríferas, pasmándonos frente a la posibilidad de plantear real y abiertamente nuestro punto de vista que el cobre fue, es y será chileno. Esta frase, dicha en el Senado hace 48 horas, produce cierta incomodidad o la sensación de un grito ahogado de tiempos pasados, pero lo creo con una fuerza intelectual y con una pasión personal que mantendré mientras pueda ser senador.
Hoy, después de pronósticos tremendamente tristes y peligrosos sobre la escasez del agua en los próximo 20 o 30 años, se ha visto como nuestra propuesta de nacionalizar el agua, cambiando el régimen actual donde, si bien es cierto, el agua es un bien nacional de uso público, las concesiones ad infinitum son en la práctica borrar con el codo lo que se escribió con la mano. Quienes hemos planteado este tema continuaremos en ello, porque nadie puede pensar que debe seguirse el camino que llevamos, cuando ya más del 80 % del agua está en manos privadas.
Ayer, el Senado discutió, a petición de distintos comités de oposición, lo que sucederá con el litio, frente a las propuestas del gobierno al próximo término de las concesiones actuales. Las opciones que el país tiene son variadas y van desde la mantención del litio en poder del Estado Chileno, hasta la creación de convenios con empresas privadas, a través de mecanismos que se han definido como centros de explotación local. Es verdad que es la modalidad que hoy están llevando muchos países latinoamericanos con sus bienes naturales, en lo que se ha llamado públicamente la era del neocapitalismo. Esto significa que el Estado, a la larga, termina siendo el que coloca la mayor parte de recursos, para explotar estos bienes, pero que resultan ser de una ganancia inaceptable para los empresarios privados, especialmente extranjeros.
En esta larga historia de entrega de sus recursos a la explotación privada, con todas las consecuencias e influencias inadecuadas, se entrará a discutir el mecanismo exploratorio del litio.
En esta materia, pero a título personal y basándome en la vieja doctrina de nuestro partido demócrata cristiano, hemos dicho en el Senado y lo repito: ¡El litio no! Decimos esto como en algún momento usaron unos senadores para defender una empresa privada.
El litio no, porque el litio es chileno.
Como el agua, que es también chilena.
Como el cobre, que fue también chileno y seguirá siéndolo.
Como el salitre, que fue también chileno, hasta que se agotó.
Como los peces del mar, que fueron también chilenos.
Como el sol, como nuestro cielo y como nuestras tierras, que se están vendiendo a cientos de extranjeros, que las compran no por lo que ellas valen, sino por el valor que sus aguas que contienen.
Autor: Mariano Ruiz-Esquide Jara
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