Terminadas las elecciones del domingo 29 de agosto pasado, los demócratas cristianos estamos satisfechos, pero sin soberbia.
Por haber dado un ejemplo de democracia interna de un partido de la Concertación, sin reclamos y con una participación razonable pero que hubiésemos querido mayor.
Por haber logrado el objetivo de un cambio en los Estatutos para que hubiese una elección universal y con integración de la segunda mayoría a la mesa triunfante.
Porque esa integración da plena presencia a un 40% de los votantes, de pleno derecho y por ende deberá ser respetada y escuchada para bien del Partido.
Porque ello ha significado también la aceptación de los temas planteados por la lista de Mariano Fernández cada vez más recogidos en las declaraciones post elección y de Leonel Sánchez un especial aporte social y político.
Porque en ellos da mayor firmeza de compromiso en Concertación y más exigencias al Gobierno en su política de exoneraciones.
Porque el debate ha sido sobre el bien de Chile y los grandes desafíos del Partido y no sólo un debate menor o sólo de capillas internas.
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