Agradezco muy sinceramente la invitación que se me ha hecho a comentar el libro “Salvador Allende, Vida Política y Parlamentaria 1908-1973”. Ello implica una gran confianza considerando mi condición de opositor a su Gobierno de 1970-1973 y perteneciente a un partido que compitió con él desde 1952 a 1970.
Fue en verdad una relación más bien lejana y hasta extraña ya que éramos etáreamente muy distintos.
Tampoco su presencia en el país se puede comparar con el pequeño aporte que hemos podido hacer en la política chilena desde la perspectiva opositora a su gobierno o a sus campañas políticas anteriores a partir de 1952. Eso no obsta para manifestar que aquellos que hemos vivido contemporáneamente en Chile, la presencia de Salvador Allende estuvo presente en nuestras circunstancias desde muy tempranamente. Ya fuese en la Política o en la Medicina ha sido una presencia de años, que hoy al comentar este libro en su homenaje, es tal vez la primera premisa que debe quedar sentada: el que haya sido uno de los más relevantes personeros del Chile del siglo XX. Por ello en retrospectiva Salvador Allende fue mucho más que el sólo Presidente de Chile en donde se han puesto los ojos siempre los estudios de los analistas. Fue una figura carismática para un número muy alto de chilenos que lo siguieron en 4 elecciones presidenciales durante 18 años hasta lograr su objetivo. Fue senador por muchos años con la característica de los grandes políticos que han podido – ser elegidos por distintas agrupaciones, porque además fue una gran figura política y legislativa. El libro en comento da cuenta de éllo y su relato es no sólo fidedigno, sino bien escrito, entretenido y magníficamente bien sustentado en su bibliografía. Es además enriquecedor con datos no siempre conocidos y ello me lleva a emponderarlo.
Pero Salvador Allende fue algo mucho más importante para la política chilena. Por a lo menos 40 años fue el gran conductor de la izquierda chilena en una perspectiva socialista democrática, revolucionaria en cuanto a los cambios a realizar, jamás respaldando tesis de asonadas o de asalto al poder. La reproducción de sus cartas o discursos del libro así lo prueba, y es una exigencia histórica que Allende merece que sea ratificada para las nuevas generaciones.
Su gobierno de sol y sombra permite análisis que terminan por olvidar o periclitar esta visión de Salvador Allende que lo redime de toda acusación de golpista. Debo decir – que en mi personal opinión – él incluso resistió toda tentación de algunos personeros o partidos de gobierno como lo prueban sus decisiones públicas o consonancias personales.
He dicho – y no es necesario repetirlo – que me ha correspondido seguir, paralelamente a mi filiación demócrata cristiana, la historia y vicisitudes del Partido Socialista en su debate interno entre visiones democráticas y otras que privilegiaron en su tiempo la lucha armada. Sus fracturas y rupturas desde la década del 60 estuvieron siempre ligadas a este debate, así como los años anteriores fue ligado más bien las relaciones con el Partido Comunista en una suerte de acercamiento y distancia según fuese la actitud internacional de este último. Esto porque todos sabemos que a partir de su fundación en el año 1933 el Partido Socialista fue un actor privilegiado en los ¾ de siglo más activo de la historia de Chile y sus aciertos, su presencia en la transformación de la sociedad chilena, sus aportes y sus errores son inseparables del devenir de Chile. Como lo fueron también los diversos sectores o grupos que en forma dispersa fueron dando forma a lo que se consolidó ese año. Obviamente que debemos mirar a Allende en el contexto de su Partido y, a éste, en el contexto global de la política chilena que ha sido en los últimos años, un verdadero laboratorio de las ideologías mundiales. Desde los gobiernos plutocráticos de comienzos del siglo XX hasta la Concertación de centro izquierda del último decenio , hemos tenido gobiernos de derecha civilista, como el de Jorge Alessandri, demócrata cristiano como el de Frei Montalva, marxista como el de la Unidad Popular, dictadura cívicomilitar de derecha como el de Pinochet y varios con participación de todos los partidos existentes en el Registro Electoral chileno.
Hago esta precisión porque me parece que el dramático final de Salvador Allende como Presidente ha tenido en nuestro país tal gravitación que se han postergado otros sesgos de su personalidad que bien merecen ser relevados. En esta perspectiva es la expresión más pura de la vieja y democrática izquierda que nos tocó vivir desde la adolescencia, con sentido de país, afincada en sus filósofos románticos del siglo XIX y hasta intelectualmente elegante como lo recuerdo en mis amigos y adversarios de Universidad.
Esta imagen comienza en su juventud que me recuerda los años de estudiante de Medicina de la Universidad de Concepción con largos debates de mediodía donde el mundo estudiantil empezaba ya a ser mirado en la perspectiva ideológica de los grandes movimientos que empezaban a competir el futuro y el alegato era duro pero sentado en ideas y siempre con referencia nuestros filósofos y líderes mundiales pero siempre con referencia a nuestros conductores chilenos. Para la izquierda socialista Allende estaba siempre en las palabras de Salomón Corvalán, Galo Gómez, María Elena Carrera, Jorge Ilke, David Tejada y tantos otros que nos recordaban las virtudes de su líder que el magnífico libro de hoy retrata en sus páginas. La cima de esos debates era la fe socialista de las compañeras “que nos vencían cuando no con argumentos, con la hermosura de sus voces.”
En esta línea Salvador Allende tal vez no fue un ideólogo purista pero si fue el conductor de su partido y de toda la izquierda que ya mencioné y como conductor de la izquierda fue criticado por adversarios, exultado por sus amigos, rechazado por sus propios dirigentes y cuestionado siempre con esa suerte de antropofagia tan propia de los partidos progresistas. Fue desde entonces un político de fuste y como tal se describe en las entrevistas que nos aporta el libro en comento, socialista, democrático, luchador por su pueblo y por la unidad de los partidos populares de izquierda, respetuoso de las leyes, leal a sus amigos, a veces exagerado.
Pero muy pronto aparece también su faceta de médico y junto a los colegas Cruz Coke, Santos Salas, Isauro Torres, González Cortés, Mardones Restat, Hernán Alessandri y otros hacen de la Medicina y la Política un cauce común que le dan a la salud chilena un nivel insospechado y propio de un país europeo en América. En este contexto su aporte no siempre es suficientemente apreciado. Los cambios que estos parlamentarios y políticos hacen desde sus cargos, aprovechando sus capacidades, son enormes y entre ellos el Dr. Salvador Allende no va a la saga sino en la proa de uno de los ámbitos más notables que Chile ha aportado desde 1920 a los países de la Región. No olvidemos que la ola de privatizaciones de la dictadura fue resistida por el Colegio Médico justamente por la fuerza estructural del Servicio Público de Salud, formados por estos médicos y naturalmente muchos otros.
Por eso es que creo que su asunción al poder – como fue la caso de Frei Montalva y el propio Jorge Alessandri – es como la conclusión inevitable de su carrera política, por mucho que haya sido este último período el más comentado y enjuiciado.
Mi experiencia más cercana con Allende es la entrevista que tuve con él 3 días después del acuerdo del 23 de agosto de 1973 a la que asistí invitado por don Bernardo Leighton de 11:00 a 14:00 horas en su oficina de Cuarto Centenario. Recuerdo un día asoleado y un ambiente tibio, tanto por la temperatura de la oficina como por el respeto y cercanía que fluía entre ambos. Lo que leeré son mis apuntes transcritos a mis cuadernos en la tarde de ese día y que por mucho tiempo venía escribiendo : “Hoy en la mañana Dn.Bernardo me invitó a acompañarlo a una reunión privada con el Presidente Allende. Llegamos puntualmente a las 11:00 y nos retiramos a las 14:00 horas. Los ejes centrales de la conversación fueron los siguientes :
1. El Presidente cree que no habrá golpe porque las organizaciones populares lo evitarán. También confía en Carabineros y algunos Regimientos del Sur.
2. Bernardo le solicitó que hiciera cambio de gabinete a una fórmula nacional e independiente. El Presidente cree que no tendrá el apoyo de los partidos de la Unidad Popular.
3. El Presidente señala que si hay un golpe militar él no se rendirá porque no aceptará para el Presidente de Chile un trato vejatorio. Mencionó como ejemplo que no saldría en pijamas como Belaúnde Terry.
4. Bernardo vuelve a decirle que pareciera que el golpe es inevitable y que debe hacer algo. El Presidente vuelve a insistir que cualquier golpe sería sofocado, que confía en su guardia personal y los cordones industriales y en los militantes de la Unidad Popular.
5. Bernardo le planteó finalmente que lo pensara para ver alguna forma alternativa. El Presidente dijo textualmente “no traicionaré como otros a los Partidos que me eligieron cambiándolos por otros partidos u otras personas” (dió a entender que habían existido otras propuestas que habían sido rechazadas. Posteriormente supe de una oferta de William Thayer para hacer un gabinete con sectores universitarios).
Mi apreciación – compartida por don Bernardo – es que habría golpe, el Presidente se inmolaría antes de entregarse y que no tendría apoyo para enfrentar el alzamiento. Por lo tanto tendremos una dictadura de larga duración.( al momento de escribir esto con características franquistas acabo de hacer una apuesta a Julio Montt que la dictadura si triunfa – durará a lo menos 15 años o más ). Fin de lo escrito en esa oportunidad.
Este fue el único trozo de mis escritos o anotaciones que sobrevivieron a la lógica del fuego de mi esposa. Según su lógica del 11 en la tarde me dijo : “Se acabó la política ¿ para que quieres tus notas? Y si te las confiscan te detienen. Lo único lógico es tirarlos al fuego. Y así ya lo había hecho.
A las 24 horas de ese día el Comando de Santiago me comunicó que la Junta de Gobierno había decidido suspender la invitación que con el Dr. Julio Montt y Osvaldo Olguín nos habían hecho a revisar el cuerpo del Presidente Allende. Todo ello por razones de Estado.
Señoras y Señores, Este es un muy buen libro que comento con agrado.
Es además la más breve y sincera visión que puedo dar sobre un médico, senador, político y Presidente que murió en el único magnicidio que ha vivido Chile. Un político del que fui opositor y sin embargo, por el que derramé lágrimas en su tragedia porque era una tragedia chilena y me permitió extraer de mí la decisión más brutal de mi vida : condenar el golpe con otros camaradas, inmediatamente después de su muerte.
El libro no comenta específicamente su gobierno y las causas, orígenes y entretelones de su caída política. Por ello mismo no me referiré a ello. Aún no se ha escrito una relación completa de lo sucedido, sólo conocemos la cima de su poder presidencial y la sima de su derrota y su muerte.
Al recordar en este acto su centenario y al comentar la publicación del libro por la Biblioteca del Senado sólo termino con tres apostillas.
Gracias por la confianza y libertad para recordarlo.
Gracias a la Biblioteca del Congreso por su aporte a la historia democrática de Chile y a sus amigos que lo editan.
Gracias porque de esto – y otras cosas – aprenderemos que tenemos deberes muy grandes con la Democracia y con los que han sido capaces de morir por ella.
HE DICHO
Santiago, enero 26 del 2009.
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