Por Mariano Ruiz-Esquide Jara, senador de la Democracia Cristiana
En el invierno siguiente se encontró el esqueleto del milpiés, muerto de hambre porque se había inmovilizado, tratando de racionalizar lo esencialmente antinómico o lo secuencial.
La derecha ha levantado en los últimos doce años tres temas de su estrategia para lograr el poder. Como lo han señalado distintos analistas, incluso de esa misma combinación política, no han logrado avanzar porque los tres, democracia-alternancia-desalojo, son antinómicos y contradictorios y, por tanto, paralizantes como estrategia global. Han hecho tal juego de palabras que han confundido a su candidato y a sus posibles votantes tratando de conciliar lo que es absolutamente irreconciliable, salvo que tergiversen su sentido habitual, lo que es peor.
La democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, según la definición histórica de Lincoln. Los humanistas cristianos hemos agregado “con el pueblo” y los que apoyaron la dictadura, la expresión “protegida” por quien detenta el poder. Pero, en su esencia, ella es sostenida por todos y cada uno de los chilenos y su máxima expresión es elegir sus gobiernos en elecciones libres, informadas, transparentes y con las mayorías que su Constitución señala.
El desalojo es en esencia -y así fue políticamente planteado- el reemplazo brusco de un gobierno nacional o regional por la fuerza si es necesario, como lo hicieron en 1973 los que hoy lo proponen. Desalojo tiene una etimología, un contenido auditivo y un sentido histórico antidemocrático. En la historia chilena reciente, los que lo propusieron con entusiasmo hace muchos años cayeron en el clásico “acto fallido” de los siquiatras. Todo afán explicatorio suena a galimatías hispánico medieval: “Cuando digo digo, no digo digo, sino Diego digo como Diego dijo”.
La alternancia fue el afán de reemplazar el desalojo cuando éste fracasó, en una suerte de “desalojo a baño María”. La alternancia del poder no es democrática si se plantea como paradigma que debe ser buscado en sí. La alternancia se produce cuando los ciudadanos dicen que así lo quieren. Y eso es consecuencia de su voluntad y no de una suerte de mecanismo político per se.
Porque son planteamientos paralizantes, la derecha no avanza en sus aspiraciones. Recuerdo una maravillosa fábula del austríaco Gustav Meirinck, “El sapo y el milpiés”. Un sapo se quejó ante el elefante que era un pobre sapo de cuatro patas, agobiado por la insolencia, riqueza y capacidad selvática del milpiés, pidiéndole consejo. Pregúntale, le dijo: “¿Dónde pone su pata 100 cuando mueve la 1 y que hace con la 555 si mantiene quieta la 999 y la 222 y la 444, etcétera, etcétera?”. ¿Y la democracia dónde está si avanza el desalojo y dónde la alternancia si la democracia no anda?
En el invierno siguiente se encontró el esqueleto del milpiés, muerto de hambre porque se había inmovilizado, tratando de racionalizar lo esencialmente antinómico o lo secuencial.
Diario La Nacion: Jueves 1 de octubre de 2009
jueves, octubre 01, 2009
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