martes, septiembre 21, 2010

Etica, Partidos Políticos y Libertad.

A raíz de lo sucedido recientemente en el Senado con un miembros de la Democracia cristiana, se ha reabierto el debate ya clásico en el mundo político. ¿Cuánta libertad tenemos los parlamentarios para votar ciertos proyectos? ¿Cuál es el rol de los Partidos para definir esas votaciones? ¿Puede o debe haber Orden de Partido en ciertas materias? ¿Hay Voto en Conciencia? ¿En qué materias y en qué extensión y profundidad?¿Las respuestas son iguales para cada partido?.

Después de muchos años en política activa, constato que las opciones están divididas y son variadísimas, las normas han cambiado a medida que el individualismo de la sociedad se hace mayor y las reglas éticas se hacen cada vez más laxas. El mayor conocimiento se hace también más complejo sobre temas de difícil decisión que obliga a un debate más compartido.

De ahí que estas líneas se refieren a mi partido – la Democracia Cristiana - y a mi personal visión , abierta a toda crítica o discusión de una colectividad que tiene una Doctrina del Humanismo Cristiano invariable a través del tiempo, una Ideología que aplica la doctrina al orden temporal y que la aplica en las condiciones propias de las Políticas necesarias en las diversas áreas del país. De ahí que sea un debate muy abierto y opinable, pero que requiere ciertos marcos de comportamiento personal y grupal. Así como señalo los niveles de decisiones que el partido debe resolver, también tiene ciertos modos éticos para resolver sus dilemas según escribe San Agustín :

En lo esencial UNIDAD
En lo contingente LIBERTAD
Siempre TEMPLANZA y FRATERNIDAD.

Pero sobretodo, debemos respondernos las primeras preguntas planteadas si queremos hacerlo con honestidad y de manera adecuada entre nosotros.

Por éllo, debemos colocar cada acto, decisión o tesis en un marco de prioridad siempre bajo una norma elemental de la Etica :

Vivir como se habla
Hablar como se piensa
Pensar coherentemente.

Esta máxima es indispensable para exigir libertad en lo contingente y también para que la colectividad tenga autoridad para exigir la Unidad Esencial que permite el libre discernimiento, aunque jamás el libertinaje interno propio de un liberalismo político que se asienta en partidos sin ideas y sin doctrina. De no hacerlo así, terminaríamos prisioneros del interés personal o grupal dentro del Partido. Esto requiere que la Democracia Cristiana tenga claras ideas rectoras y una estructura que garantice el análisis y las resoluciones en caso de entredicho entre los derechos y los deberes de los militantes. Creo que el Partido tiene hoy claramente diseñado su programa y un marco ideológico que le permite bien resolver estos asuntos, siempre que se actúe con el “ánimus” adecuado y fraterno y no con una actitud similar a la norma colonial de “la orden real se acata pero no se cumple”. El Partido tiene sus estructuras bien asentadas en un Estatuto claro y puede por lo tanto actuar.

Por ello, llamamos a esta visión de la autoridad que conduce y no sólo manda y el acatamiento del derecho a la libertad de voto – en determinadas materias – como la “disciplina del consenso”. Tiene también el Partido organismos de decisión establecidos y oficiales con plena independencia y autoridad moral para juzgar, tales como el Tribunal de Disciplina, el Comité de Etica o Tribunales de Honor ad hoc que permite garantizar decisiones razonables entre ambas posiciones en caso de controversia. Todo ello en concordancia con sus estatutos y otros reglamentos particulares de sus Frentes de Trabajadores, Profesionales, etc.

Mirados ahora los temas de eventuales conflictos, hay casos ordinarios o fáciles y hay otros de difícil arbitrio y ahí es donde también entra la Etica del Bien Común nacional o partidario que debe orientar las conductas personales que son de conciencia porque aquellas atañen a la moral personal o aquellas de difícil calificación donde el espíritu de la norma debe resolverlo el Tribunal pertinente. Esta resolución en nuestra visión Humanista Cristiana debe ser tomada a la luz de 2 grandes criterios que nos sugiere la filosofía cristiana. El primero es la escala de valores para priorizar nuestras conductas públicas que, para un militante demócrata cristiano es : Primero Chile como nación, el Partido como Institución y el yo individual que no puede avasallar la obligación nacional y la obligación partidaria. El segundo es el valor que prima al actuar y saber quien va a beneficiarse con una acción, una votación, un nombramiento o una determinada ley. Ello no es fácil pero su inspiración está en nuestra filosofía : entre el poderoso y el débil será para éste nuestra resolución. Entre el rico y el pobre será para éste la resolución. Entre la abundancia y la necesidad será para ésta nuestra resolución. Entre el soberbio y el pobre de espíritu será para éste nuestra resolución. Entre el soberbio y el compasivo será para éste mi decisión.


Sólo de esta manera podrá conjugarse la Democracia Integral que propiciamos con la presencia de los Partidos Políticos, columnas esenciales de la primera. Así como creo que “la Democracia es el menos malo de todas las formas de Gobierno, al decir de Churchill” y según la experiencia chilena en 200 años, así también los Partidos Políticos en su actuar adecuado, son indispensables para un buen gobierno garante de la libertad y la paz.

A ellos se entra libremente y sin trabas, salvo las incapacidades éticas. De ellos se sale también libremente. Son dos actos como en la religión, el matrimonio o las sociedades de carácter comunitario. El precio es el mismo : opinar con libertad, cumplir con lo que se acuerde mayoritariamente y actuar en ese compromiso.

Si no se desea cumplir así nuestros derechos y deberes más vale no militar políticamente. Hoy el independientismo se puede asumir y ser también elegido, pero los que son elegidos bajo los símbolos de un Partido, que reciben su apoyo y toman sus banderas tienen obligaciones irrenunciables.

¿ Han sido así los episodios políticos en 20 años? Ninguna de las deserciones o los conflictos suscitados en todos los partidos ha tenido éxito en lo político, valoración en lo ético o justificación en la ciudadanía. Todos hemos quedado con la sensación de un objetivo de poder, de ambición o de otra naturaleza subalterna.

Ello no obsta para que sea necesaria una mayor reforma de los partidos políticos, de la Ley Electoral y de la Educación Cívica en los colegios y liceos, para permitir una relación virtuosa entre los elementos mencionados.

Fraternal y cordialmente.,

Mariano Ruiz-Esquide Jara Senador

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