miércoles, enero 07, 2009

INTERVENCIÓN SENADOR SALA SESION 6 DE ENERO 2008

REPÚBLICA DE CHILE, SENADO
Legislatura 356ª
Sesión 82ª. (Martes 6 de enero de 2009)


Tiene la palabra a continuación el Senador don Mariano Ruiz-Esquide.
El señor RUIZ-ESQUIDE.- Gracias, Presidente.
Señores Senadores, el proyecto que hoy se vota como una manera de perfeccionar la participación de los ciudadanos en los procesos electorales, abre la oportunidad para discutir más a fondo el sentido democrático de la votación nacional.
Esto como parte de una mirada más amplia sobre cómo debe organizarse una democracia moderna, sustentable, eficiente, representativa y libremente asentada en la consolidación de los puntos de vista de las personas y el bien común de la nación.
Mejorar la participación de los ciudadanos en la elección de sus representantes es un paso necesario, indispensable y que la situación actual de Chile lo requiere. Pero, con franqueza, nadie puede sugerir siquiera que esto sea la solución a todos los problemas de una democracia aún perfectible.
La baja participación nacional junto con un sistema electoral inadecuado -a mi juicio- y en el marco de una sociedad brutalmente dividida por los ingresos tan distantes entre unos y otros, es la realidad que nos obliga a pensar a fondo lo que estamos haciendo.
Como todos sabemos hay en su discusión dos elementos centrales que actúan de manera diferente en este análisis: uno es la implementación de una inscripción automática y el otro es el voto voluntario.
Ambos concilian los dos grandes pilares de una democracia: LA LIBERTAD DE CONCIENCIA Y LA CONCEPCIÓN DEL COMPROMISO POR EL BIEN COMÚN DE LA COLECTIVIDAD.
La democracia es un acto también de doble mirada, es el perfeccionamiento de un modelo que le entrega derechos inalienables al ciudadano, libre, de plena potencialidad para expresar sus opiniones y visión del mundo y ratifica su autosuficiencia para decidir sobre su destino. Por otra parte, la democracia es UN MODELO QUE OBLIGA A SUS CIUDADANOS A SOSTENERLA COMO PARTE DE SU PROPIO DESTINO, ya que al no existir ella, sustentado en el consenso mayoritario de los ciudadanos, pero con pleno respeto a sus minorías, la propia libertad y la vida personas quedan en entredichos.
Esta democracia, en esta dualidad de visiones, supera los puntos que estamos debatiendo, si bien ambos son de primerísima importancia.
Este introito nos obliga a analizar brevemente cómo se ha llegado al estado actual. ¿Cuáles son, por lo tanto, las razones más importantes por lo cual las personas no participan en las cifras que aquí se han dado?
Personalmente, señores Senadores, tengo una opinión relativamente formada, aunque no tendría la soberbia de suponer que tengo toda la razón.
El proceso de industrialización universal hasta llegar al actual estado de una sociedad globalizada y de múltiples influencias, tiene como esencia cultural más profunda y sutil el tener y no el ser. Como lo denuncia con tanta claridad nuestra filosofía partidaria y muy explicada y explícitamente en las conclusiones de nuestro último Congreso Ideológico.
A partir de esto se producen cuatro fenómenos que, a mi juicio, han influido en la deserción chilena.
Lo primero es que en esta aspiración nunca será posible satisfacer todas las necesidades de la nueva cultura hedonista, que ella nos permite y exige. Y, por lo tanto, nunca se llegará a un grado suficiente de realización personal, puesto que siempre habrá aspiraciones no cumplidas, como es el caso de la definición actual de lo llamado, no solo “consumo”, sino “consumismo”.
Siempre habrá, por lo tanto, expectativas negadas frente a una compulsión sicológica y emocional de lograr el máximo de este TENER, con mayúsculas.
En este mismo análisis debo agregar que como conclusión lógica se llega entonces a despreciar la democracia, no solo porque no cumple la expectativa de los ciudadanos, sino, sobre todo, porque en nuestro país la diferencia de ingresos es de tal naturaleza que violentan el sentido de justicia del ser humano: Y, en esas condiciones, la democracia vuelve a ser desprestigiada y despreciada.
La brecha entre los hombres mas ricos de Chile y los hombres mas pobres es de uno a dos mil. Es decir, como lo he reiterado hasta la saciedad, nadie puede exigirle a los ciudadanos un compromiso vital con el modelo democrático si en el marco de esta cultura materialista reciente genera estas escandalosas diferencias.
El segundo aspecto tiene que ver con la construcción de una sociedad esencialmente capitalista y de libre empresa, con algunas incrustaciones de solidaridad del Estado, que hace que se produzca una sinonimia entre democracia y política, o políticas públicas y Gobierno, o entre políticas públicas, Gobierno y Estado, que a juicio de todos los economistas no es esencial de la democracia, porque el 80 por ciento del capital de giro en el país esta en manos financieras o comerciales privadas, donde esta sinonimia no existe, y, por ende, la realización personal y de vida del ciudadano queda ligada a instancias privadas que no tienen que ver con la construcción del Estado, que es, en definitiva, la gran movilización o la gran esperanza que muchos tienen en la política. Para esta economía a la que hemos llegado, aparentemente a ojos de la mayoría de las personas, no es exigible ni necesaria la democracia. Y al no ser exigible, ni necesaria la democracia, y la misma democracia se entiende como construida en lo que se llama la política, entonces, naturalmente, que es esta la que queda depreciada y volvemos a que vuelve a ser despreciada también la democracia en sí.
El tercer tema tiene que ver con la cultura del deber y el derecho, que ya mencioné y que obliga al cumplimiento y respeto de los derechos de los hombres, pero que en el extremo del liberalismo político individualista se desmarca de su deber para con los otros ciudadanos, que es la esencia del bien común de la democracia y de la solidaridad o gregaridad de la especie humana.
El cuarto es el nivel de nuestras propias conductas como sociedad o como política, que es el arte de construir la polis y, tal vez, con las conductas de cada uno de nosotros en cuanto somos ejemplos para muchas generaciones que nos ven como los mayores para construir la obligatoriedad de una buena sociedad.
El Partido Demócrata Cristiano sostiene, simultáneamente, la libertad, el derecho inalienable del pensamiento libre y la voluntad soberana en cuanto a las personas, por un lado. Pero también, en la misma medida, el bien común, la preocupación por el destino de los demás y la suerte de cada uno de los que son sus ciudadanos agrupados en una determinada colectividad.
Por eso, a la pregunta a Caín de si es responsable de Abel, la respuesta verdadera en nuestra perspectiva es que sí: eres responsable de tu hermano y, por eso, tu obligación con sostener la democracia a la cual tu perteneces. Es la gran diferencia que hacemos entre personas e individuos. En cuanto a persona es libre, pero en cuanto a individuo es también responsable de la construcción de la sociedad.
En esta visión, señor Presidente, votaré favorablemente el primer tema en cuestión; es decir, la inscripción automática, porque ello permite resolver la gran cuestión de hoy que es la falta de votantes, y que es un paso inicial para la participación, condición indispensable de la perfección democrática.
Votaré, sin embargo, negativamente el voto voluntario, a pesar de ser una petición tan recurrente en el debate, porque en mi análisis la voluntariedad no responde coherentemente a la obligación del ciudadano de su país para sustentar su democracia y que podría, perfectamente, para salvar el derecho a la libertad que podría, a su vez, ser modificada en el proyecto, en la decisión del ciudadano y el derecho a la desafiliación.
Termino, por lo tanto, señor Presidente, haciendo solo tres observaciones. La primera es la seguridad que nos ha dado el Ministro Viera-Gallo de ingresar los proyectos pertinentes para que sea aplicable en la próxima elección del 2009. La segunda es que no me parece adecuada la permanente deslegitimación que se hace de los proyectos que hemos ido aprobando y que nos permiten avanzar, porque los cambios sociales y la revolución, y esto a propósito de la permanente crítica que se hace a lo que hemos venido realizando como Senado.
Porque los cambios sociales, a mi juicio, y la revolución -si ese es el lenguaje que queremos usar y que no tengo temor a usarlo-, no depende sólo de la rapidez y la suma de los cambios, sino, fundamentalmente, de la profundidad y del compromiso ético con ellos.
Tercero, porque nuestra obligación al aprobar este proyecto es justamente preocuparnos de corregir las razones que el ciudadano tiene para no adscribirse a una democracia que se ve o que ve ineficiente. Esta ineficiencia de la democracia pasa también por la ética con la que ésta se ejerce, y esa ética exige la consecuencia en el hablar, en el pensar y en el actuar coherentemente. Vale decir, hablar como se piensa y vivir como se habla, para que no terminemos viviendo como hablamos y no como pensamos.
En esta coherencia, y con el Acuerdo N° 133 del Congreso Ideológico de mi Partido, es lo que me lleva a votar que sí a la inscripción automática y no al voto voluntario.
He dicho.

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